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Resumen

Cada vez más empresas y administraciones buscan nuevas formas de generar valor añadido y una de esas formas es la implantación de un sistema de gestión ambiental o una certificación ambiental de producto o servicio que suelen estar basados en normas de referencia. El cumplimiento de estas normas, que se diversifican día a día, otorga la anhelada certificación ambiental. Ésta se traduce en una garantía para los consumidores (ciudadanos, administraciones u otras empresas) de que se trata de un producto, un servicio o una gestión responsables con el medio ambiente. Tener un sistema de gestión ambiental o bien un producto o servicio certificados supone una serie de beneficios de mercado, económicos, de eficiencia, de mejora de la imagen de la empresa y también de su situación reglamentaria.

La certificación del producto es probablemente uno de los procedimientos más conocidos en este campo. Existen múltiples referenciales en las distintas escalas geográficas: nacionales, europeos e internacionales. Tal es la expansión, que incluso se ha desarrollado una norma ISO (14020) para garantizar los principios básicos de todos los sistemas de ecoetiquetado. Así tal y como expuso el grupo de trabajo, la certificación de producto debe ser capaz de mejorar la actividad ambiental y estar sostenida por las políticas ambientales y por las instituciones internacionales y nacionales. De esta forma, además de conseguir beneficios ambientales se convierte en una herramienta fundamental para la concienciación ciudadana que devuelve la responsabilidad al consumidor.

Teniendo en cuenta que el diseño determina la mayor parte del impacto del producto, resulta crítico considerar los aspectos asociados a cada etapa del ciclo de vida, integrando la variable ambiental desde el comienzo. En esta línea nació en 2003 una norma UNE 15030 sobre gestión ambiental del proceso de diseño y desarrollo (ecodiseño) cuyo objetivo es identificar, controlar y mejorar de forma continua los aspectos ambientales de los productos o servicios diseñados mediante ella.

El esquema más exigente en gestión ambiental es el que ocupa el Reglamento Europeo EMAS en el que España se encuentra a la cabeza en número de verificaciones, sólo por detrás de Alemania. Este reglamento se caracteriza por su implicación en la conformidad con las regulaciones ambientales, la información ambiental transmitida al público, la implicación de los empleados y el compromiso de mejora continua en el comportamiento ambiental.

Desde otra escala, la autonómica, hay que destacar iniciativas como la de Ekoscan que está siendo promovida por el Gobierno Vasco y que a fecha de hoy ha conseguido la adhesión de 186 organizaciones. Se trata de un sistema de certificación ambiental para dar respuesta a las necesidades de las pymes, de tal modo que también ellas dispongan de un esquema de certificación ambiental adecuado a sus características y posibilidades. Este diseño ha sido realizado desde la perspectiva de la Administración, es decir, teniendo en cuenta el objetivo primordial de lograr el cumplimiento íntegro de la legislación ambiental por el tejido empresarial en su totalidad.

Estos y otros avances de la certificación ambiental a nivel internacional, europeo y nacional fueron recogidos por este grupo de trabajo y presentados en el CONAMA 9 como continuación de la tarea emprendida hace ya dos ediciones.



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