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Resumen

El calentamiento global es un problema que requiere de soluciones globales. Las decisiones de las instituciones nacionales, europeas y mundiales en materia de cambio climático, deben valorarse con un balance equilibrado entre los vectores sociales, ambientales y económicos.

Según las Naciones Unidas, las principales causas del cambio climático son, junto con la contaminación atmosférica, los cambios de uso del suelo, la desertificación y la deforestación. Desde el Foro de Bosques y Cambio Climático, destacaron el papel amortiguador de los bosques frente al cambio climático, ya que actúan como sumideros de CO2, contribuyendo así al cumplimiento del Protocolo de Kioto.

La Unión Europea debería desarrollar una política de lucha contra el cambio climático mediante una política motivadora que le permita seguir liderando la protección ambiental sin estrangular el desarrollo económico y social. Necesita una política ilusionante, donde el desarrollo sostenible se convierta en una oportunidad para los europeos, donde se apueste por nuestra capacidad de resolver el reto que tiene planteado la humanidad con el cambio climático, donde se apueste por el desarrollo de infraestructuras, tecnologías y formas de vida de los ciudadanos mejores y a la vez más eficientes y sostenibles; tanto dentro de Europa como fuera de nuestras fronteras.

Europa necesita una política con objetivos claros y alcanzables, coherentes y compatibles con los objetivos de Lisboa, profundizando en la forma de conseguirlos, trazando el camino para ello y trasmitiendo convencimiento en sus posibilidades. Lo anterior sólo se conseguirá implicando al resto de los países a nivel mundial en los objetivos de esta política, ya que en caso contrario, el riesgo de deslocalización hacia terceros países de los sectores industriales europeos, se verá incrementado.

Los expertos incidieron en que el ahorro y la eficiencia energética constituyen una contribución muy eficaz para luchar contra el calentamiento global. Es por ello, que las estrategias y políticas en materia energética tienen que ser coherentes con los objetivos de seguridad de suministro, competitividad y sostenibilidad ambiental. Los programas deben liderar nuevos desarrollos tecnológicos que conduzcan a menos emisiones de CO2 al menor coste posible.

De acuerdo con el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC), Iberia señala que sectores como el de la aviación contribuyen únicamente al 2% de las emisiones totales de CO2 que se generan por el consumo de combustibles fósiles. Las emisiones de CO2 en la aviación, son directamente proporcionales al consumo de combustible. En los últimos 10 años, la aviación ha reducido sus emisiones específicas de CO2 en un 10% mediante motores más eficientes, aviones menos pesados y una mejor aerodinámica. Sin embargo no existe actualmente una tecnología que vaya a aportar a corto plazo una reducción drástica de éstas.

En el caso de la gestión del agua urbana, es importante tender a un menor requerimiento de recursos naturales y una minimización del impacto sobre el medio natural, mediante, ente otras cosas, la valorización y reciclaje de residuos o la aplicación de las energías renovables.

Los representantes de la Oficina Española de Cambio Climático, hablaron de la necesidad de trabajar en los cuatro pilares: mitigación, adaptación, tecnología y financiación, de cara al régimen post-2012, y continuar con la negociación de los futuros compromisos. Apuntaron además, que en comparación con la media europea y mundial, la estructura española de energía en 2006 fue más dependiente del petróleo que cualquier otra.

Disminuir en un 21% las emisiones como reto post-kioto no se muestra suficiente, concluyen, ya que la población aumentará a una velocidad vertiginosa, y como consecuencia, se duplicará la demanda energética. Debemos por tanto, trabajar todos para llegar a una reducción del 40 % si queremos conseguir los objetivos.



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