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Resumen

El futuro energético sigue siendo una de las principales incertidumbres a nivel internacional con repercusiones ambientales, económicas y sociales. La realidad española es sin duda una de las más duras de Europa por la alta dependencia energética que tenemos del exterior (superior al 80%) y porque además, un 50% de la energía primaria proviene del petróleo.

El modelo energético que hemos desarrollado hasta ahora, basado principalmente en los combustibles fósiles, es sin duda el principal emisor de gases de efecto invernadero y por lo tanto uno de los responsables del cambio climático. Ésta debería ser una razón más que suficiente para apostar por el ahorro y la eficiencia, pero además hay que añadirle los problemas derivados de la inestabilidad de los precios del petróleo. Ante esta situación los representantes de la mesa redonda se preguntaron qué pasaría si el precio del petróleo se estabilizara, ¿seguiríamos apostando por el ahorro?

La Unión Europea, por su parte, no quiere continuar con esta dinámica y apuesta por la lucha contra el cambio climático y por la autosuficiencia mediante el paquete aprobado por el parlamento europeo y conocido como 20/20/20 que supondrá reducir las emisiones un 20% con respecto al año 1990, disminuir el consumo energético en un 20% y cubrir un 20% de la demanda con energías renovables; todo ello para el año 2020. Ante este ambicioso panorama España tendrá que trabajar a contrarreloj y hacer un gran esfuerzo a favor del cambio. En la actualidad lo hace mediante el Plan de Acción 2008-2012 de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética que contribuye a la consecución del compromiso establecido en la Directiva 2006/32 CE, la cual define un marco de esfuerzo común para conseguir un ahorro energético de un 9% en el año 2016.

Para avanzar en la línea del ahorro son necesarias tres premisas, todas ellas igual de importantes que tienen que abordarse de forma conjunta. La primera debe seguir siendo la formación y la sensibilización a todas las escalas, desde el ciudadano de a pie hasta los más altos dirigentes empresariales y políticos pasando por supuesto por los trabajadores y por los usuarios. Todavía se pueden alcanzar grandes ahorros con muy bajas inversiones, simplemente haciendo un buen uso de las instalaciones.

Además es necesario invertir en I+D+i y aprovechar las oportunidades que la tecnología nos ofrece mediante sistemas de ahorro y eficiencia y como un nuevo sector empresarial. En este sentido, las asociaciones técnicas y profesionales y los parques tecnológicos son sin duda plataformas adecuadas para poner en el mercado los avances y la tecnología existentes.

Por último es preciso que haya un marco regulatorio favorable, tal y como se ha hecho en España con las renovables, que haga del ahorro y la eficiencia energética un negocio rentable.

La sensibilización en torno a la energía no es comparable a la del agua aunque ambos son temas ambientales de actualidad, más incluso la energía por su relación con el cambio climático. Sin embargo, la sociedad ha asumido mucho mejor el ahorro del agua. Quizá es debido a que no sufrimos la escasez ni las restricciones energéticas, la gasolina está ahí a un precio u otro, pero está y siempre que damos el interruptor se enciende la luz.

Ante esto, los asistentes a la mesa manifestaron la necesidad de trabajar por la transparencia. Es primordial que la energía internalice todos sus costes y que realmente sus precios se ajusten a la realidad. No sólo se trata de energía eléctrica, que al menos ya está incluida en Kioto, sino también del resto (el transporte es responsable del 50% de las emisiones de CO2). Habrá que trabajar en la sensibilización para cambiar el enfoque cultural, pero también y de forma rotunda habrá que hacer hincapié en el beneficio económico que suponen el ahorro y la eficiencia. Es importante por lo tanto que se hagan buenas auditorias, pero también que se de confianza al empresario, que se le garantice el ahorro económico y la amortización del esfuerzo.

La mesa abordó estos y otros temas fundamentales que implican de manera principal el cambio de paradigma que ha sustentado el desarrollo industrial y económico en el pasado: una energía demasiado barata, que no asume su impacto ambiental. Si realmente se quiere apostar por un sistema energético sostenible, el ahorro, la eficiencia y las políticas de gestión deberán ser su columna vertebral.



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