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Resumen

El actual modelo energético está basado en el consumo ineficiente de energía y en su producción ilimitada y creciente, principalmente a partir de fuentes de energía contaminantes, peligrosas y no renovables, como la energía nuclear y los combustibles fósiles, que provocan impactos negativos sobre el medio ambiente. Debido a la falta de rentabilidad de la energía nuclear, sumado al rechazo social provocado por la sucesión de accidentes nucleares, como el de Chernóbil, y el problema sin resolver de los residuos radiactivos, la industria nuclear comenzó en los años 70 un profundo declive, con una disminución drástica de encargos de nuevos reactores, que no ha logrado superar. En este contexto, y utilizando el problema el cambio climático como un pretexto, la industria nuclear ha lanzado una intensa campaña de propaganda para tratar de relanzar su opción energética.

Abandonar la energía nuclear es exclusivamente una cuestión de voluntad política, ya que no hay ningún problema técnico, energético o económico que lo impida y, además, es lo más deseable desde el punto de vista de la seguridad y de la protección del medio ambiente y la salud. Cuanto antes cerremos todas las centrales, antes lograremos llegar a un modelo energético en verdad seguro, sin riegos para la salud del público y de los trabajadores, más autóctono y autónomo, limpio y más barato: un sistema basado al 100% en energías renovables y apoyado por medidas de ahorro y eficiencia energética.

Un sistema de generación eléctrica basada al 100% en energías renovables es un hecho ya comprobado científicamente. El informe “Renovables 100%. Un sistema eléctrico renovable para la España peninsular y su viabilidad económica” del Instituto de Investigaciones Tecnológicas (IIT) de la Universidad Pontificia Comillas, encargado por Greenpeace, ha demostrado que se puede satisfacer el 100% de la demanda eléctrica peninsular, las 24 horas del día, los 365 días del año, a un coste menor que con el sistema actual.

El caso de Alemania evidencia que, si hay voluntad política de apoyar seriamente las energías limpias, es posible abandonar la energía nuclear a la vez que se reducen las emisiones de CO2 en cumplimiento con el Protocolo de Kyoto. Al tiempo que cierra sus centrales, Alemania se ha convertido en líder mundial en energía eólica y posee una potencia solar fotovoltaica instalada 15 veces mayor que la de España, a pesar de tener una irradiación solar media mucho menor que la nuestra. Las renovables proporcionan empleo directo a más de 235.000 personas en Alemania.

La energía nuclear no es la solución al problema del cambio climático. Nunca podrá ser una solución económicamente viable y eficiente para reducir emisiones de CO2 en la lucha contra el cambio climático. Lo más eficaz es apostar por la eficiencia energética y por las renovables: por cada euro invertido en medidas de ahorro y eficiencia energética se logra reducir siete veces más emisiones de CO2 que si ese mismo euro se invirtiese en construir centrales nucleares. De hecho, la energía nuclear ha demostrado ser un fracaso económico, tecnológico, medioambiental y social, que ha causado ya graves problemas a la salud pública y al medio ambiente: accidentes nucleares, la generación de residuos radiactivos imposibles de eliminar, y además, contribuye a la proliferación de armas nucleares.

Por todos estos motivos Greenpeace ha lanzado la campaña yo soy antinuclear, www.yosoyantinuclear.org para dar voz a la mayoría antinuclear existente en la ciudadanía y recordar al Gobierno socialista su compromiso de cerrar las centrales nucleares, empezando inmediatamente con la de Garoña (cuyo permiso de explotación termina en julio de 2009) y apostar decididamente por las energías renovables y por el ahorro y eficiencia energética. Greenpeace reclama al Gobierno un plan para llegar antes de 2020 con todas las centrales nucleares cerradas y con al menos un 50% de electricidad renovable.



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