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Resumen

Ya en la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible, celebrada en Johanesburgo en 2002, se indicó que la cooperación para el desarrollo constituye un instrumento básico a la hora de avanzar hacia un desarrollo planetario ecológicamente sostenible. A pesar de los acuerdos internacionales surgidos de la Cumbre de Río, las estrategias de sostenibilidad aprobadas a nivel europeo y en cada país, los objetivos del milenio de las Naciones Unidas etc. la realidad es que nuestro actual sistema económico y de desarrollo nos ha llevado cada vez más a una gran diferencia entre los países del Norte, desarrollados y los del Sur en vías de desarrollo.

Para enfrentarse al reto de conseguir una verdadera sostenibilidad a nivel global la cooperación internacional puede convertirse en un instrumento fundamental. Esto plantea a su vez la necesidad de una respuesta estratégica que pasa por establecer un nuevo paradigma de la cooperación mundial y que tiene que ver con un cambio de modelo donde la ayuda al desarrollo tiene que dar paso a un esquema de mutuo beneficio.

La cooperación no debe ser algo impuesto. A pesar de las diferencias entre donante y receptor tenemos que dejar que éste último identifique sus necesidades y evitar imponer nuestra verdad. Por tanto es necesario un esfuerzo de acercamiento y negociación, siempre bajo un sentimiento de responsabilidad compartida. Además del beneficio mutuo, esta nueva cooperación debería basarse en un nuevo esquema de transferencia tecnológica que tendría que estar fundamentado en la creación de la tecnología adecuada para que los países en desarrollo avancen en sus procesos sin repetir errores ya cometidos. De esta forma se facilitaría la cogeneración y transmisión mutua de conocimientos entre Norte y Sur y viceversa.

Conocimiento y cooperación parecen los pilares fundamentales sobre los que levantar una cooperación internacional efectiva. Una mayor cooperación entre cooperantes, un impulso del trabajo en redes interconectadas o el definir nuevos mecanismos financieros son algunas de las fórmulas que deberíamos plantearnos para mejorar la cooperación en su globalidad.

En cuanto a la capacitación, los expertos que participaron en este debate, defendieron el papel clave que debe jugar para hablar de una cooperación exitosa. Es imprescindible que una vez terminado el apoyo directo en el desarrollo de los proyectos, los países receptores, puedan seguir ampliándolos y gestionándolos por si mismos.

Por último no debemos olvidarnos de la necesidad de establecer compromisos y nuevos mecanismos financieros que se adapten a las necesidades de la cooperación. Si tomamos como ejemplo el caso del agua, vemos que a pesar de los fondos dedicados a este tema, éstos no llegan a los países en desarrollo como debieran por tanto necesitamos cambiar el modelo de financiación general de la cooperación definiendo compromisos a largo plazo ya que sin continuidad no puede haber sostenibilidad.

A nivel europeo nos hemos comprometido a dedicar en 2015 el 0,7% de la Renta Nacional Bruta (RNB) de cada país miembro de la Unión Europea a ayuda al desarrollo. La realidad es que los países de la UE están atrasados en sus compromisos de mejorar la cantidad y calidad de la ayuda, de hecho los últimos resultados muestran que la Ayuda Oficial al Desarrollo europea (AOD) bajó del 0,41 % en 2006 al 0,38 % en 2007. Por todo ello, hay que seguir trabajando para consolidar los avances en marcha y afrontar los retos pendientes. Todavía es necesario trabajar para construir alianzas globales más amplias y de mayor calado. Estas nuevas alianzas deben estar orientadas a crear relaciones más equitativas entre el Sur y el Norte, que permitan generar los cambios estructurales necesarios para el Desarrollo.



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